COLABORACIÓN DE LA SECRETARIA SECRETA Nº 3

Fotomontaje del gran Gorka Limotxo

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Estimad@s tod@s:

Este fin de semana he tenido una revelación: !los de Ikea son unos hijosdelagranputaquepaqué! !Y los suecos, esos animales fríos, pragmáticos, amigos del «hágalo usted mismo», por extensión también! Y lo digo con conocimiento de causa, que conste, porque resulta que este fin de semana acudí a una de esas grandes superficies en plan casa Brady con mi marido para comprar cuatro cosas que ya teníamos pensadas ¡y no veas cómo acabó la aventura!
Resultado : compramos más de lo que habíamos previsto, jodimos el sábado de mala manera y de sexo ni hablar porque mi marido acabó cansadísimo (imaginaos cómo estaría para llegar a rechazar una felación con la excusa que de si no se iba a «poner tontorrón» y que mejor «esperar a mañana que estoy muy cansado»; admitirán ustedes, señoras, !que se trata de un hecho inaudito! !Les hablo de un hombre rechazando que se la chupen!).

Paso a explicar de dónde provienen las ganas de matar rubios nórdicos de ojos azules que me entraron. Llegas (como a las 12,30 h), le das la vuelta al chiringuito cogiendo cosas que necesitas, cosas que crees necesitar y cosas que no necesitas para nada. Llegas a la caja (14 h). Te das cuenta de que entre pitos y flautas te has pasado 200€ de lo que habias previsto inicialmente(14,02 h). Pagas diciéndote aquello de «que me quiten lo bailao» y cargas el coche. En fin, lo carga tu marido, puesto que tú llevas un bebe en los brazos al que hay que cambiar urgentemente, tiene que comer y va ya cansadito de estar metido en el asiento del carro. Huelga decir que el pequeñín va pegando unos berridos que hasta el tímpano de un aguerrido obrero de la construcción acostumbrado al martillo neumático se resiente.

Con el coche cargado llegas a la puerta de tu (a estas alturas de la mañana) «puta casa de de los cojones» (14h40), con más hambre que el perro de un ciego y con los nervios a flor de piel. Subes corriendo, empiezas a darle de comer al niño al tiempo que le cambias con una mano y te metes con la otra cuando no haces el avioncito atropelladamente patatas fritas en la boca; oyes a tu marido cagándose en todo lo habido y por haber mientras recorre las seis idas y vueltas desde el portal hasta el cuarto piso sin ascensor en el que vives para subir las compras.

Son las cuatro menos cuarto. El niño está acostado, habeis comido e insistes en descansar un ratito, pero el instinto Mecano/Lego de tu marido se enciende con la digestión y se pone a montar un futón, una cama y una mesa (todo al mismo tiempo) porque «cuanto antes esté hecho mejor». Intento persuadirle, pero el muy vasco insiste en que estas cosas «lo mejor es quitarlas de en medio cuanto antes».

Le dejo hacer y no tardo ni 15 minutos en oirle cagarse en todo de nuevo. Ahora el problema es que el imbécil de mi marido ha despertado al niño y encima me está jodiendo la peli que estoy viendo con el ruido del puto martillo. Además, cuando un rato después voy a decirle que deje de dar la brasa, veo que el anormal de él ha desperdigado las putas piezas de los tres jodidos muebles de mierda por toda la puta habitación y no hay cristo que sepa cómo hostias ponerlo todo en orden para montar los enseres de los cojones !

Encima, el capullo tiene la osadía de decirme: «pero Natalia, no te pongas nerviosa cariño, haz favor, si con lo que a tí te gustan los puzzles esto lo resuelves en un momentito…». Un tornillo del cuatro se incrusta en el tabique después de rozarle la oreja izquierda ; cojo al niño, lo meto en el cochecito y me voy a dar una vuelta con una amiga (17h12).

Las nueve de la noche: relajada y tranquila después de haber conseguido pasar una tarde agradable en un parque y tomándome un par de cañas vuelvo a casa dispuesta a disfrutar del sábado noche, con el niño dormido en el cochecito. Me encuentro a mi marido Mikel tirado en el sofa como una colilla, con una camiseta de tirantes blanca, oliendo a cerveza y a sudor, con el semblante tranquilo y los ojos vacíos de todo sentido. En la tele, fútbol.

Los muebles están montados, el niño dormido y aunque me dé un poco de asquito, debo admitir que se lo ha ganado. Le beso, le empiezo a toquetear y el cabrón me echa para atrás. Insisto y me suelta la frase del segundo párrafo. Me digo a mi misma que quizá tenga algo que ver el asunto del tornillo del cuatro, pero decido echarle la culpa a los suecos. Nevera. Helado de chocolate. Sofá. Imágenes de mí misma vaciando cargadores de 30 balas de manera indiscriminada en el Ikea gracias a la amable colaboración de un fusil de asalto Kalashnikov atraviesan mi mente mientras mis ojos miran a la pantalla sin verla.

Sin duda alguna ha sido una de mis peores experiencias en una gran superficie. Lo peor es que el sabado que viene, tengo que volver a ir… ME CAGO EN LOS SUECOS !

Natalia R.

p.s. lo de que mi marido no quiso que se la chupara es, obviamente, mentira. Sin embargo le daba como un halo de ficción a la historia y pegaba con el anuncio, asi que lo he dejado hasta el final.

Besos a tod@s!